El TRAUMA se genera después de vivir una fuerte experiencia en extremo dolorosa o estresante. Estas pueden ser: abandono (o amenaza del mismo), maltrato, penurias económicas, abuso sexual, rechazo familiar (negligencia), vivir con personas con trastornos mentales severos, un accidente, el diagnostico o tratamiento de una grave enfermedad, la pérdida de un ser querido (o distanciamiento), una infidelidad, una separación, un aborto. Experiencias en que nos hayamos sentido extremadamente vulnerables. No habiendo tenido el apoyo afectivo de una persona o un grupo seguro y confiable, con quienes poder transitar ese evento o situación. Esto cristaliza el efecto traumático,
La vivencia traumática, desborda la capacidad del sistema nervioso de digerir la experiencia y seguir adelante. Como resultado de esto se siente una gran IMPOTENCIA y DESESPERANZA por momentos. Es un hecho con efectos que nos marca profundamente, a veces toda la vida. Define un antes y un después en la vida de: la persona traumatizada, los familiares, amigos y demás seres queridos.
Vivir un trauma genera ESTRÉS POST TRAUMÁTICO. El estado de ALARMA pasa a ser la norma. Se activa frente a señales internas o externas de PELIGRO para la persona. Este sistema funciona con autonomía de la conciencia y se dispara intempestivamente en los momentos más insólitos. Genera las típicas REACCIONES DE ATAQUE (agraviar, para tratar de defenderme), HUIDA (salir de la situación o estar ocupado en muchas cosas o no disponible) o DESCONEXION (congelamiento: es estar físicamente presente pero desconectado emocionalmente, a veces incluso con lagunas de memoria). ESTE ESTADO NO PERMITE ELEGIR LA RESPUESTA MÁS ADECUADA. Luchamos por sobrevivir: a esos recuerdos, sensaciones incómodas en el cuerpo, emociones desagradables e intrusivas que nos asaltan o pensamientos catastróficos o desesperanzadores.
Es SORPRENDENTE Y DIFÍCIL DE CREER esta vivencia subjetiva, para las personas que no han sido impactados por experiencias de este tipo. Les resulta engorroso y fastidioso lidiar con esos momentos de activación del sistema nervioso de quien vivió un trauma. Son estados difíciles de prever, desconcertantes y profundamente abrumadores para quien los experimenta, como para sus allegados. El desborde emocional de la nada, los momentos de angustia, reproches, hipersensibilidad o desconexión son muy frecuentes y esperables. Estos son estados de respuesta de ALARMA (LUCHA-HUIDA o DESCONEXION), de nuestro cerebro más primitivo. El cual nos protege como puede, de la SENSACION PROFUNDA E INHABILITANTE DE PELIGRO.
La DESESPERACIÓN es avasallante y las secuelas en nuestro cuerpo de lo vivido son INCONTROLABLES. Este es el lenguaje de las HERIDAS, en forma de “voz no hablada” como dice Peter Levine. El cual irrumpe como si el trauma estuviera ocurriendo AQUÍ Y AHORA, en este momento, donde estemos. Las secuelas del estrés pueden durar días, meses o años.
TRAUMA DE RELACIÓN
En estos casos, nos lastima el ser más importante en términos de conexión, con quien contamos en la vida. Alguien con un vínculo próximo afectivamente, nuestro refugio y base segura en la vida. Nos engañó, nos abandonó, fue negligente o no estuvo disponible en un momento de extremo dolor o vulnerabilidad. La definición de un momento así, impactante o con ese significado es totalmente personal y unica.
Lo que más NECESITAMOS COMO MAMIFEROS DE CONEXIÓN, luego de una HERIDA de este tipo, es una relación SEGURA. Tener cerca a alguien QUERIDO y CONFIABLE, que nos tome entre sus brazos, nos calme y acompañe a sanar. Ayudándonos a regular nuestro sistema nervioso desbordado. ¡Pero qué difícil es echar mano del OTRO cuando FUE QUIEN ME DAÑO!
Aquí el TRAUMA DE RELACION muestra toda su dolorosa y AMENAZANTE presencia. Se quiebra la confianza La desesperación y el estado de alarma en ambos hace cada vez más difícil sentirse mínimamente escuchados, entendidos, o cerca. LA INSEGURIDAD, el TEMOR se instala y las dinámicas negativas se exacerban (ya no sabemos cómo clamar por retomar la conexión emocional segura). A la persona herida se le escucha decir: “No me entiende”, “no tiene idea lo que estoy sufriendo”, “no toma conciencia de lo que me hizo…y como duele, enoja…”, y la otra parte menciona “ya no sé qué hacer…”, “nada de lo que hago sirve, por todo se enoja o todo lo que hago está mal”, “hay días buenos, pero luego caemos en esos pozos insoportables y de los que nos cuesta un horror salir…”. Desesperación y desesperanza es el sello predominante. Pero hay una vía de salida.
ANTIDOTO y SANACION: VINCULO SEGURO y CONEXION EMOCIONAL
Solo una relación que se vuelva SEGURA. Sin dinámicas negativas de ataque-defensa o indiferencia y de FUERTE CONEXIÓN EMOCIONAL podrá ayudar a sanar. Un VINCULO SEGURO que tenga la capacidad de albergar: accesibilidad afectiva (constante y abierta), aceptación (sin juicios ni criticas), sintonía emocional (poder sentirme sentido por el otro en su cuerpo -con las emociones que experimento- y de sentir su arrepentimiento o SINTONIA con el daño causado). Es esencial tener la capacidad de permanecer al lado del herido/a en forma comprometida y disponible en cualquier momento o lugar, el tiempo que sea necesario.
Esta particular PRESENCIA DISPONIBLE, permitirá la SANACION. Lo cual hace posible abrirse a una nueva etapa de la vida juntos, de mayor compromiso y profunda conexión. Redefiniendo la relación como refugio seguro nuevamente.
Sin embargo, a veces no podemos solos y precisamos pedir ayuda. Necesitamos contar con un profesional idóneo en trauma y vínculos. La consulta permite contar con un entorno de CUIDADO, SEGURO, CONFIABLE. Base para empezar a crear esa seguridad en la relación, salir de las dinámicas negativas o dañinas y poder destapar las profundas heridas en forma regulada y tolerable para REPARAR y SANAR.
¡Es posible SANAR aun las heridas más dolorosas y difíciles! Si ambos de verdad queremos, estamos comprometidos y contamos con el marco adecuado para hacerlo.