El duelo en compañía

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Por Lic. Ps.Carolina Rodriguez

Toda situación de cambio o pérdida puede reactivar duelos pasados o actuales. Siempre implica la sensación de que “nos sacan algo” o nos “desestabiliza”. Concomitantemente desencadena: la muerte de una parte nuestra y el nacimiento de otra, con su tiempo y ritmo particular (en lo personal, en el vínculo o comunidad que lo experimenta).

El duelo es una situación vital natural.

Todos antes o después nos toca transitar por ella. Hay pérdidas que son inevitables y es fundamental para nuestra vida, saber cómo las enfrentamos y elaboramos. Para poder seguir con nuestra vida y nuestro proyecto vital.

Algunas ausencias o pérdidas, aparecen de forma repentina y brusca, otras nos dan la oportunidad de ir procesando e ir realizando un duelo por anticipado. Se da una pérdida gradual que nos va preparando para el desenlace final.

En el duelo, el dolor producido, es un dolor físico. Se siente en el cuerpo, muchas veces malestar, astenia y dolor emocional. También en ocasiones el duelo es familiar o social, según la persona que se ausente.

Es un proceso de reconstrucción y de sanación

Puede movilizarnos profundamente. Generando cambios importantes en nuestra forma: de ver la vida, de vernos y sentirnos a nosotros mismos y nuestras circunstancias.

Cada uno tiene una creencia o un concepto acerca de la muerte y esto va a incidir profundamente en el significado que le asignemos.

Por todo esto, es importante que haya una psicoeducación del duelo.

En este proceso se atraviesa por distintas etapas. Si bien generalmente son comunes en casi todos los casos, cada persona va a tener sus particularidades según sus circunstancias y momento vital.

Vivimos en una cultura donde se incentiva la rapidez, el éxito, el superar las situaciones y el proceso instantáneo. O la negación del dolor y la conmoción que produce a nivel psicofísico y social

Muchas veces estas experiencias dolorosas nos hacen frenar, pausar. En un mundo y una sociedad que nos acelera y nos empuja. Lo cual no acompasa las características de lo que uno vive con la muerte de un ser querido.

En estos momentos de duelo, de pérdida, necesitamos tranquilidad, enlentecer y conectar con lo que nos está pasando. Con lo que necesitamos y podemos o no hacer.

Conectar con nosotros mismos y desconectar

A veces o de a ratos, para conectar con nuestro ser más profundo y lo que está viviendo, necesitamos aislarnos, desconectarnos del mundo exterior.

Por momentos esto es algo que evitamos, por miedo a mirar ese dolor que está dentro nuestro.

Necesitamos darnos el permiso de parar.

Duelo por la pérdida de la salud

Me dedico hace varios años a trabajar con personas que atraviesan distintos duelos. Especialmente debido a la aparición del cáncer. Sobre todo el duelo por la pérdida de la salud. El cual lleva a cambios y transformaciones en lo físico y lo emocional.

En este caso, muchos se quejan de que el entorno les exige más de lo que pueden. Que no logran sentirse acompañados y sostenidos durante todo el proceso. Como por ejemplo un tratamiento de quimio o una recuperación post cirugía. No solo desde lo físico, sino también desde lo anímico.

Los propios tratamientos implican a veces micro duelos en sí mismos.

Pueden generar, entre otros: pérdida de la energía vital que teníamos, pérdida de cabello, de fuerza muscular, de habilidades motoras a veces, de habilidades cognitivas, alejamiento de la actividad laboral y otras actividades que realizábamos.

Cada persona tiene sus tiempos para el duelo

Cuesta entender esto y que no “se tiene que distraer” a nadie, para no sentir: la tristeza, el enojo o la emoción que aparezca.

Hay que permitirle sentir eso que está sintiendo. Sumergirse en esa sensación, a su ritmo y tiempo, en las dosis tolerables para cada uno. Para después poder salir de ella y conectar nuevamente con la vida, de forma auténtica.

Pasar el duelo en compañía es esencial

Contar con alguien de confianza y seguro, que sea nuestro “refugio” en medio del temporal de la pérdida, es fundamental y requisito esencial. Puede ser un amigo, familiar, mi pareja, un grupo al que pertenezco, un terapeuta.

¿Qué hacer? Lo mejor que podemos hacer en esta etapa es acompañar y sostener a esa persona en ese proceso. Poder acompañar y sostener sin forzar, respetando sus emociones y su ritmo, a veces desde la presencia silenciosa. El silencio muchas veces es reparador y sanador. Es sabido que las primeras semanas cuesta manejar el monto de dolor y de angustia, a veces la emoción se vuelve abrumadora. Y no hay manera de sortearla…

El duelo y el amor van de la mano.

El “duelo es el amor cicatrizado”, nos recuerda el doctor Jorge Gómez que trabaja con el duelo. Como toda herida tiene que sanar. Esto implica un proceso, un tiempo y una forma particular y única.

Todos vamos a perder en algún momento a un ser querido, y nosotros mismos vamos a vivir nuestra propia muerte. Atravesamos distintos duelos, muertes, separaciones, pérdidas de capacidades. Tanto las que nos pasan a nosotros mismos, como las que vivimos de nuestros seres queridos.

Estabilizarnos antes de abrir el proceso de duelo

Es fundamental en estas etapas intensas, poder conectar con estados de serenidad, estabilizar a la persona, antes de abrir la “caja del dolor”. Por eso mismo es esencial tener recursos de afrontamiento del dolor, de estabilización y de enraizamiento.

Herramientas prácticas para sobrellevar esta etapa y hacer más tolerante las emociones a las que se enfrentan, se hacen necesarias. Ejercicios que los ayuden a lidiar con las emociones intensas, cuando estas se presentan. Proporcionándoles la confianza de que pueden entrar y salir de ese torbellino tomados de la mano de alguien confiable y seguro para ellos. Sabiendo que podemos transitar el duelo y salir de él fortalecidos, pero que si tenemos que estar dispuestos a transitarlo.

Reivindico entonces, la importancia de permitirse vivir el duelo, sentir la tristeza y generar recursos para tolerar las emociones que conllevan. Para que podamos experimentar esta etapa naturalmente, sin generar duelos patológicos. Que se dan cuando no nos permitimos respetar nuestros tiempos y procesos.

Escuchemos, acompañemos compasiva y pacientemente a quien se despide y a quienes despedimos…